Me encontraba sentado en una reposera de playa. Vestido
formalmente: camisa blanca desabotonada sin corbata, pantalón de tela negro y
zapatos del mismo color.
Al lado mío se encontraba Franco: alto, flaco pelo muy
rizado, facciones muy marcadas y ojos de color celeste. Nada atractivo a mi
gusto.
Al comienzo, Franco me hablaba. Yo no prestaba atención y
veía mi atuendo, tenia mi cabeza en otro lado. Luego de unos minutos, mientras
Franco seguía hablando, reviso mis bolsillos y encuentro un celular: negro,
delgado y por alguna razón se me hacia familiar.
Franco para en seco su monologo y me dice:
-Es de Vicente-- Bingo! Familiaridad resuelta.
- Sí, lo sé –Respondo, agarrando firmemente el celular con
ambas manos-
- Llámalo- Dijo Franco con la vista en la pantalla del
celular.
- No, él me dijo que lo haría cuando llegara, no lo voy a
presionar.-
- Pero si él ya llego- Cuando termino la frase lo mire a los
ojos, se levanto de su silla a la izquierda mía y abrió una puerta que
mágicamente apareció frente a mí.
Continuaba con el mismo atuendo. La puerta también se me
hacia familiar. Cuando ésta se abrió supe en donde me encontraba. El pasillo
que da hacia la habitación de la hermana de Vicente, era la misma puerta, la
misma pieza; dentro estaba él. Sentado en posición de loto sobre la cama de su
hermana con una pequeña mesa plegable en frente de él, la cual sostenía un
libro. Vicente sonreía al verme yo no sabía que coño estaba haciendo allí.
Me arrodillé frente a la mesa y apoyé mis codos en ella. Él
seguía sonriendo:
-¿Qué haces aquí?- preguntó
-Supe que volviste y pensé en saludarte.-Le dije.
- Pero, Fabián- De repente su rostro se tornó serio- no son
las dos de la tarde…
Quería decir que era tarde para que yo estuviera allí. Miré
el reloj del celular y claro: eran cerca de las siete y media de la tarde.
Apreté mis ojos fuertemente en señal de disculpas.
-Lo siento – Dije aun con los ojos apretados y sobándome las
sienes- es que fue una semana complicada.
Mi posición era la misma. Me quede así por unos segundos. No
quería abrir los ojos. No soportaría la cara de desaprobación de Vicente. Hasta
que lo sentí cerca; su boca se acercaba a la mía con una velocidad de tortuga.
Sus labios tocaron los míos y un beso apasionado hizo que mis manos se
separaran de mis sienes y tomaran su cintura.
El beso duro cerca de un minuto. Abrí los ojos, yo seguía
hincado. Vicente seguía sentado, pero ahora sobre mis muslos. También me di
cuenta que ninguno de los dos estaba vestido.
Seguimos besándonos. Él intenta que mi sexo lo penetre, y lo
hace…
Luego despierto.
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