viernes, 30 de julio de 2010

Sueño contigo


Me encontraba sentado en una reposera de playa. Vestido formalmente: camisa blanca desabotonada sin corbata, pantalón de tela negro y zapatos del mismo color.
Al lado mío se encontraba Franco: alto, flaco pelo muy rizado, facciones muy marcadas y ojos de color celeste. Nada atractivo a mi gusto.
Al comienzo, Franco me hablaba. Yo no prestaba atención y veía mi atuendo, tenia mi cabeza en otro lado. Luego de unos minutos, mientras Franco seguía hablando, reviso mis bolsillos y encuentro un celular: negro, delgado y por alguna razón se me hacia familiar.
Franco para en seco su monologo y me dice:
-Es de Vicente-- Bingo! Familiaridad resuelta.
- Sí, lo sé –Respondo, agarrando firmemente el celular con ambas manos-
- Llámalo- Dijo Franco con la vista en la pantalla del celular.
- No, él me dijo que lo haría cuando llegara, no lo voy a presionar.-
- Pero si él ya llego- Cuando termino la frase lo mire a los ojos, se levanto de su silla a la izquierda mía y abrió una puerta que mágicamente apareció  frente a mí.

Continuaba con el mismo atuendo. La puerta también se me hacia familiar. Cuando ésta se abrió supe en donde me encontraba. El pasillo que da hacia la habitación de la hermana de Vicente, era la misma puerta, la misma pieza; dentro estaba él. Sentado en posición de loto sobre la cama de su hermana con una pequeña mesa plegable en frente de él, la cual sostenía un libro. Vicente sonreía al verme yo no sabía que coño estaba haciendo allí.
Me arrodillé frente a la mesa y apoyé mis codos en ella. Él seguía sonriendo:
-¿Qué haces aquí?- preguntó
-Supe que volviste y pensé en saludarte.-Le dije.
- Pero, Fabián- De repente su rostro se tornó serio- no son las dos de la tarde…
Quería decir que era tarde para que yo estuviera allí. Miré el reloj del celular y claro: eran cerca de las siete y media de la tarde. Apreté mis ojos fuertemente en señal de disculpas.
-Lo siento – Dije aun con los ojos apretados y sobándome las sienes- es que fue una semana complicada.
Mi posición era la misma. Me quede así por unos segundos. No quería abrir los ojos. No soportaría la cara de desaprobación de Vicente. Hasta que lo sentí cerca; su boca se acercaba a la mía con una velocidad de tortuga. Sus labios tocaron los míos y un beso apasionado hizo que mis manos se separaran de mis sienes y tomaran su cintura.
El beso duro cerca de un minuto. Abrí los ojos, yo seguía hincado. Vicente seguía sentado, pero ahora sobre mis muslos. También me di cuenta que ninguno de los dos estaba vestido.
Seguimos besándonos. Él intenta que mi sexo lo penetre, y lo hace…


Luego despierto.

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